FIRMA INVITADA: JAVIER FERNANDEZ ALEN
El Máster en Pactología Digital (MAPATODI) y su herramienta estrella: el Algoritmo de Ideología Cambiante (ALGICAM)
Tras un periodo de sequía creadora, el mítico grupo de expertos de la Universidad Total Trasatlántica (UNITONTA) ha detectado, a raíz de las múltiples elecciones -de todo tipo, condición y resultado- celebradas en nuestro país en los últimos tiempos, un interesante nicho de negocio formativo, un auténtico filón de enseñanza teórico-práctica con el que enriquecer la abundante y prestigiosa oferta formativa de la UNITONTA con un nuevo Máster en Pactología Digital (MAPATODI).
En esta ocasión, el legendario grupo de sabios de la UNITONTA ha detectado una demanda formativa urgente para colocar en una posición negociadora idónea -en definitiva, “empoderar”- ante las negociaciones entre los diferentes partidos políticos, a los miles de elegidas y elegidos en los últimos comicios por los muy variopintos partidos que conforman el arco parlamentario estatal, autonómico, provincial (en el caso de las diputaciones) y local. Arco al que se le queda corto el adjetivo de “iris” por su apabullante riqueza cromática.
Para conseguir tan deseado objetivo de empoderamiento negociador, el grupo de sabios de la UNITONTA ha considerado que resulta imprescindible acudir a las múltiples tecnologías que tan generosa como abundantemente nos ofrece el mundo digital. Para ello, este nuevo Máster en Pactología Digital (MAPATODI) se sirve de las herramientas propias de las nuevas tecnologías digitales tales como la acumulación masiva de información (el denominado “big data”); las tecnologías o redes de registros descentralizados o distribuidos (el denominado “blockchain”) que permiten la perfecta trazabilidad de la estupidez humana e incluso de la felonía; la inteligencia artificial, que, a la vista de sus resultados, a menudo es muestra de tontería natural; el asesoramiento robótico (conocido como “robo-advisor”), que permite la perfecta irresponsabilidad del ser humano, culpando al robot o al algoritmo; los contratos inteligentes (los denominados “smart contracts”), que, con frecuencia, se “autoejecutan” en sentido propio de la expresión; y otras muchas técnicas tan frecuentemente citadas como perfectamente ignoradas en sus causas y en sus efectos por la mayor parte de quienes las citan.
Pues bien, la combinación de tantas y tan variadas técnicas digitales permitió al legendario grupo de expertos crear la herramienta estrella del MAPATODI: el Algoritmo de Ideología Cambiante (ALGICAM) que -bajo esa nombre vagamente evocador de un analgésico- permite a cualquier política o político sumido en un proceso negociador adaptar en tiempo real su posición a las tendencias sociológicas del momento con absoluta independencia de su ideología y con plena seguridad en su forma de expresión, sin el más leve asomo de culpabilidad por defender, al tiempo, una cosa y su contraria. Todo ello gracias a la introducción en la fórmula algorítmica de factores tales como la temperatura ambiente, el corte de pelo, las preferencias de consumo de electrodomésticos y de opiáceos, el peso en vacío de los sujetos, la cria del berberecho, el efecto mariposa, etc., etc. Y lo más llamativo es que el ALGICAM puede ser utilizado recurriendo a cualquier teléfono móvil o dispositivo semejante al que consultar.
El destino infausto del concejal Martinez
Pero esa misma facilidad de consulta cimentó la perdición política de Pedro Martinez, concejal de una pequeña localidad que, estando en el momento decisivo de firmar el pacto y no familiarizado con el manejo de este tipo de dispositivos, confundió la tecla y, en lugar de pactar con el partido que estaba dispuesto a ofrecer jugosas compensaciones económicas mediante adjudicaciones de obras públicas; pacto con el adversario al interpretar erróneamente el mensaje que le enviaba el ALGICAM. Ni que decir tiene que fue expulsado de su partido y perseguido penalmente por los muchos desfases contables que se descubrieron en su larga carrera política.
El Ayuntamiento centenario
Pero no todo fueron desgracias en la aplicación del ALGICAM por los primeros egresados del MAPATODI. Por el contrario, su capacidad de análisis combinatorio permitió la constitución del Ayuntamiento de una pequeña localidad de 1000 habitantes, con un consistorio integrado por ni más ni menos que 100 concejales, esto es, un 10% del electorado, para responder a las legítimas expectativas de representación democrática de los 10 partidos concurrentes a las elecciones municipales.
Es más, ante las dificultades manifiestas de elegir alcalde, el ALGICAM -gracias a su capacidad de procesamiento de millones de datos procedentes de todo el Orbe- encontró una candidata de consenso en una perdida aldea del Polo de la etnia inuit o esquimal, de origen asiático llamada XIAN XU IA que sería sustituida, cada 6 meses, por otro convecino llamado XIAN XU IO.
Es cierto que ello obligó a multiplicar el número de cargos para encontrar acomodo a tanto y tan desinteresado y desinteresada servidor y servidora pública. Así, por ejemplo, la deseada concejalía de obras públicas ocupada por el partido mayoritario se vio escoltada por una viceconcejalía de verificador de obras semipúblicas ocupada por un representante del partido minoritario y por un asesor de obras privadas en suelo público ocupada por una representante del partido bisagra. Y esta experiencia de expansión de cargos públicos en modo “big bang” se multiplico en las muy variadas concejalías: de cultura inclusiva, de miedo ambiente, de animalismo sostenible (incluidos los bípedos implumes), de vivienda ocupada y desocupada, de deporte amañado, etc., etc. Ni que decir tiene que todos los esfuerzos por el interés público de estos alcaldes, vicealcaldes, concejales y asesores varios se debió ver compensado con magníficos sueldos destinados a indemnizar los sacrificios constantes (incluidas las inauguraciones de los más variados edificios, equipaciones y artilugios municipales varios en días festivos) que llegaron a vaciar -a veces de modo cruel- incluso la vida familiar y personal de las políticas y los políticos elegidos.
El único defecto de tan admirable ejercicio de representatividad democrática es que el ayuntamiento acabo declarándose en bancarrota y debió ser rescatado con los impuestos del 90% de los vecinos que -en una muestra de egoísmo democrático- no se presentaron a las elecciones sino que siguieron desarrollando sus trabajos habituales.