Firma invitada: Victor Costas Seoane
El misterioso éxito del Curso de Coaching Jurídico (CUCOJU) de la UNITONTA
Hace unos días, mis amigos de la Universidad Total Trasatlántica (UNITONTA) -a la que nos hemos referido en entradas anteriores realizadas solos o en compañía del otro precarista de este blog, Javier Fernandez Alén- me informaron del enorme éxito de crítica y público que ha tenido el también conocido Curso de Coaching Jurídico (CUCOJU) que combinan con el igualmente mentado master de “carrouseling”. Invitándome incluso a participar en el CUCOJU para intentar reciclarme o reinventarme en esta fase de madurez –rayana en la senectud- de mi profesión de abogado.
Como aquel éxito me parece por completo inexplicable en un Curso que es una suerte de combinación de obviedades y elementos traídos –a veces, de las orejas- del yoga milenario, de la ciencia oriental de la consciencia plena y de los tradicionales y patrios ejercicios espirituales de toda la vida; surgió en mi espíritu de inmediato el deseo de comprender lo aparentemente incomprensible y lo primero que hice fue rogar a mis amigos que me remitieran el programa del CUCOJU.
Y he podido comprobar que aquel programa del CUCOJU –que recordemos que tenía como lema, a modo de moderno Oráculo de Delfos: “Gana los asuntos como propios y pierdelos recordando que son del cliente”– abarca, entre otros temas sugerentes, los siguientes:
Tema 1. La abogacía es una selva salvaje (como todas): como convertirse en su rey/ reina y triunfar.
Tema 2. El cliente/a: cómo gestionar de forma eficiente esa relación de amor/odio con su abogado/a.
Tema 3. Los tribunales: cómo persuadirles con suavidad encontrando sus fortalezas y debilidades.
Tema 4. La oratoria forense: cómo priorizar la gestualidad sobre la argumentación y beneficiarse de la confusión creada.
Tema 5. La eficiencia forense: cómo garantizar un abogado/a eficiente con un mínimo mantenimiento (austeridad y resiliencia) y un máximo rendimiento (productividad). Me dicen que este tema, en particular, ha suscitado un extraordinario interés en los grandes despachos para guiar por la senda correcta a los jóvenes letrados.
La explicación mediante la teoría de la demanda religiosa de seguridad (DeReSe) de la UGLA
Pues bien, conocido el programa y aturdida aún mi capacidad de entendimiento al comprobar cómo es posible que, en nuestro sistema formativo del post-grado, pueda venderse humo de forma tan productiva, busqué una explicación racional que, de paso, alejara de mi la envidia –sin duda, sana- al no poder vender tan etéreo material. Y la explicación me vino, una vez más, del otro lado del Atlántico cuando accedí al informe titulado “Teoría de la Demanda Religiosa de Seguridad (DeReSe)” que ha publicado, en el último trimestre del pasado año 2017, la Universidad de los Grandes Lagos (la UGLA), ese centro académico sito en las proximidades de Chicago, puntero en la defensa acérrima del liberalismo en su faceta más pura, patrocinador de una escuela de análisis e interpretación económica del derecho y hacedor de todo tipo de estudios empíricos.
Pues bien, ese informe sobre la DeReSe parte del mercado financiero y, en concreto, del análisis de la gestión de una cartera de inversiones durante un periodo de 10 años y demuestra –con los dato en la mano- que una selección aleatoria de inversiones guiada por los criterios de un burro –pudiera ser sustituido por un loro o un pulpo (si bien en este último caso, con ciertos matices, porque parece que tiene una mayor inteligencia por la multiplicación de sus cerebros por su número de tentáculos)- obtiene resultados semejantes a los de un gestor profesional de un banco de inversión. Llegados a este punto, el informe de la UCGLA se hace la pregunta decisiva: ¿Por qué los inversores están dispuestos a pagar las comisiones de los bancos de inversión y de sus gestores si una selección aleatoria conduce a resultados semejantes?
Y la respuesta es la Teoría de la Demanda Religiosa de Seguridad que muestra que todo ser humano no soporta de buen grado la incertidumbre y, por ello, necesita y por ello demanda que alguna persona (asesor, banco de inversión, gestor de fondos de inversión, etc.) le ofrezca pronósticos futuros que reconforten su espíritu con una seguridad suficiente, aun cuando ello deba basarse en una fe irracional (de ahí el calificativo de “religiosa” de esta Teoría de la DeReSe) contradicha por los datos empíricos; tal y como sucedió en la experiencia comparativa de la cartera de inversiones gestionada por un burro y por un banco de inversión.
En conclusión, el éxito del CUCOJU es una muestra más de lo correcta que es la Teoría de la Demanda Religiosa de Seguridad.