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La crisis de los refugiados, las agencias de rating y la “cuenta global”

En el día de ayer, miércoles 16 de septiembre de 205, la prensa económica daba cuenta de que la agencia de «rating» Standard & Poor’s señalaba que la gestión política de la crisis humanitaria de los refugiados es la mayor incertidumbre que existía para las calificaciones crediticias de las deudas soberanas de los países europeos porque la llegada masiva de inmigrantes podría provocar reacciones encontradas de movimientos populistas o xenófobos que alteraran la denominada agenda reformista presupuestaria.

Cuando aún estamos asimilando el impacto sobre el Ibex 35 de la rebaja de la calificación de la deuda soberana de Brasil (sobre la que versaba nuestra anterior entrada en este blog); esta noticia nos parece particularmente interesante ya que vuelve a colocar en el centro de la atención pública el papel de estas agencias de “rating” y sus calificaciones de las deudas soberanas.

Lo primero que debemos aclarar es que, con las eventuales revisiones de las calificaciones de las deudas soberanas de los Estados europeos, no se trata de intentar traducir a términos alfanuméricos toda la amplisima problemática de la crisis de los refugiados y, mucho menos, toda la tragedia humana que encierra; sino tan solo de evaluar un efecto financiero colateral que es la eventual repercusión de las políticas de acogida en el coste de la financiación de los Estados europeos.

Porque un enfoque racional de la solidaridad sostenible exige la evaluación previa de los costes de las políticas públicas de acogida, tanto en forma de costes directos (inversiones en inmuebles, educación, sanidad, etc.) como en forma de efectos colaterales (impacto en unos sistemas de seguridad social basados en criterios de reparto o eventuales incrementos del coste de financiación porque una rebaja del “rating” de las deudas soberanas obligaría a los Estados a ofrecer intereses más altos a los inversores).

En definitiva, nos parece que esta noticia de carácter técnico-financiero es una buena ocasión para huir de la demagogia y ser conscientes de la “cuenta global” que hay que hacer para valorar estos esfuerzos humanitarios -que son justos y necesarios- y practicar la solidaridad con plena consciencia de sus costes y de la forma de atenderlos para que sea sostenible en el tiempo.