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A propósito de la caída bursátil en España por la rebaja del rating de la deuda soberana de Brasil: Porqué las agencias de “rating” siguen condicionando los mercados financieros

Ayer, la agencia de «rating» Standard & Poor’s rebajó un peldaño su calificación de la deuda soberana de Brasil desde el BBB- hasta el BB+, lo que supone un grado especulativo o de “bono basura”. Aun cuando la crisis económica de las denominadas Economías emergentes no es un acontecimiento novedoso ni sorpresivo en los mercados financieros, es lo cierto que esta rebaja ha provocado pérdidas muy cuantiosas en la cotización de las acciones de las empresas españolas más importantes y expuestas al riesgo de Brasil, como Telefónica, el Banco Santander o Repsol con los daños consiguientes en los patrimonios de millones de pequeños inversores que han visto –hemos visto- como nuestros modestos ahorros valen hoy bastante menos que ayer.

El impacto de esta rebaja del «rating» de la deuda pública brasileña, junto a algunos estudios recientes de bancos centrales europeos afirmando que la lentitud de las agencias de «rating» en subir las calificaciones de la deuda pública previamente rebajada puede afectar a la “sostenibilidad de las finanzas públicas”; me invitan a compartir con Vdes. las siguientes reflexiones sobre el “rating” y el papel que las agencias de “rating” o de calificación crediticia juegan en los mercados financieros.

Me refiero, en concreto, a una suerte de paradoja que nace de dos hechos coexistentes y que parecen contradictorios o, cuando menos, difícilmente compatibles:

  1.  Por un lado, las agencias de “rating” han sido justamente criticadas porque, en las crisis bursátiles sucesivas que han afectado a los mercados de valores desarrollados –tanto antes como después del año 2007- han mantenido calificaciones crediticias excelentes de algunas empresas hasta el mismo día anterior a su quiebra (el lector que este interesado en profundizar en ello puede ver nuestra monografía “Las Agencias de Calificación Crediticia. Agencias de Rating”, Editorial Aranzadi, Thomson Reuters, Madrid 2010, págs.38 y ss.).
  2. Pero, por otro lado, los mercados financieros siguen confiando en sus calificaciones y actuando en consecuencia, como lo demuestra el descalabro que hoy han sufrido los valores principales del IBEX 35 a resultas de la rebaja por Standard & Poor’s de su calificación de la deuda soberana de Brasil. En este sentido, puede afirmarse –como hizo Galileo con la posición del sol- “oppure si muove”, esto es, las criticadas agencias de rating siguen condicionando con sus calificaciones los mercados financieros. Y, podríamos añadir, que los efectos de sus calificaciones, a veces, alcanzan otros ámbitos no estrictamente financieros, como pudimos comprobar en este país, donde unas elecciones generales se adelantaron, entre otras circunstancias, al hacerse insostenible el alza de la “prima de riesgo” ocasionada por la mala calificación de nuestra deuda soberana.

Y la paradoja que hemos señalado se complica cuando hablamos del “rating” de las deudas soberanas porque los Estados son, por una parte, emisores calificados por las agencias de «rating» y, por otra, son reguladores y supervisores de esas mismas agencias. Es por ello por lo que, en los últimos años, los Estados –especialmente, los comunitarios- han agravado la responsabilidad administrativa y civil que resulta exigible a estas agencias de “rating” y se han propuesto iniciativas para crear agencias de “rating” públicas que calificasen las deudas soberanas. Así lo hizo el Comité Económico y Social Europeo en su Dictamen publicado en el DOUE de 21.06.2012 o, más recientemente, Rusia y China en una iniciativa conjunta. Estas iniciativas se han aparcado porque siempre cabría la duda de que estas agencias sostenidas financieramente por los Estados cuya deuda califican sustituyeran la calificación de máxima solvencia –la triple AAA- de la deuda soberana por la castiza expresión de: “Marcial, tu eres el más grande”.

Lo cierto y verdad es que, hoy por hoy,  las agencias de “rating” siguen condicionando de forma decisiva, con sus calificaciones, los mercados financieros porque los inversores, cuando van a adoptar la suprema elección del lugar donde invertir sus ahorros y miran a los Estados, los bancos de inversión, los “hedge funds”, los asesores financieros y el resto de operadores que habita aquellos mercados;  confían en las agencias de “rating” cuando -como Diógenes de Laercio-  buscan con un candil, en la plaza pública y a plena luz del día un hombre justo –al menos, en sus calificaciones del riesgo crediticio- y lo menos malo que encuentran –por muy lejos que quede- son las agencias de “rating”.